Angélica Navidad Morales Figueroa, María Olimpia Alonso Pérez, Luis Rojas Abarca, María de la Luz Merino Solís, Ana Velia Coria Téllez y Magdalena Amalia García Sánchez.

Del 20 al 22 de mayo de 2025, en el marco de la Especialidad Nacional para el Bienestar Comunitario en Agroecologías y Soberanías Alimentarias (ENBC-ASA), se llevó a cabo el colaboratorio presencial “Prácticas agroecológicas en defensa de la flora nativa y los saberes tradicionales en el Lerma-Bajío”, con la participación de estudiantes de los nodos Michoacán y Yucatán-Quintana Roo, en El Colegio de Michoacán A.C., sede La Piedad, entidad ubicada al noroeste del estado de Michoacán. Esta región del occidente mexicano fue un espacio de encuentro e intercambio, centrado en el reconocimiento de ecosistemas como la selva baja caducifolia y el matorral subtropical, ambos afectados por procesos de urbanización y cambio de uso de suelo.

Durante la jornada se realizaron recorridos por áreas forestales del municipio de La Piedad, como el Cerro Grande y la Isla de San Cristóbal, donde aún podemos encontrar especies nativas como el pochote (Ceiba aesculifolia), el huanumo((Lysiloma Micropylllum), el colorín (Erythrina coralloides), el sabino (Taxodium mucronatum), el huizache (Vachellia farnesiana), dos especies de copales ( Bursera Palmeri y Bursera fagaroides) , el cazahuate (Ipomea murocoides), el cardo mariano (Silybum marianum),  el fresno ( Fraxinus uhdei),el casirpe (Carpinus cordata) y el palo de oro (Euphorbia tanquahuete), entre otros.

Además de reconocer la riqueza vegetal de la zona, el colaboratorio permitió recuperar saberes tradicionales que habían sido sostenidos, en gran medida, por las mujeres de la región. Ellas continúan elaborando remedios caseros con plantas medicinales locales, prácticas que cobraron especial importancia durante la pandemia por COVID-19, cuando el acceso a servicios de salud fue limitado y muchas familias encontraron en las plantas nativas una fuente de cuidado y resiliencia.

También se generaron reflexiones colectivas sobre el papel de las comunidades frente al cambio climático, el deterioro ecológico y la pérdida de conocimientos ancestrales. Las prácticas agroecológicas emergieron como herramientas clave para sostener la vida y el territorio.

Entre las actividades desarrolladas destacaron: la elaboración de composta, la plantación de árboles nativos y la creación de materiales informativos comunitarios. Todas estas acciones fortalecieron el vínculo entre el conocimiento tradicional y las propuestas agroecológicas, apostando por procesos de formación situados y afectivos.

Este colaboratorio fue una experiencia significativa para reconocer, defender y revitalizar el patrimonio biocultural de los pueblos del Lerma-Bajío, aprendiendo desde el territorio, con el territorio y para el territorio.