Memorias del tercer encuentro del Nodo Veracruz
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10 julio 2025
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Por Amparo Albalat Botana/Magdalena A. García Sánchez
Entre los rezagos de la tormenta tropical Erik y los primeros calores de la canícula, del 2 al 4 de julio de 2025, estudiantes del Nodo Veracruz y dos facilitadoras de la Especialidad Nacional para el Bienestar Comunitario en Agroecologías y Soberanías Alimentarias (ENBC-ASA) nos dimos cita en Huayacocotla, al norte del estado, para celebrar el tercer encuentro presencial. El propósito: tejer un espacio para reflexionar sobre nuestras formas de incidir en comunidad y reconocer aquello que sostiene el bien-estar colectivo.
La bienvenida, con Oscar Agredano y David Donner inició con una pregunta: ¿Por qué estamos aquí? Las respuestas resonaron polen por el viento: “por nuestras Comunidades de Aprendizaje”, “por la necesidad gregaria, como las colmenas”, “porque amo Huayacocotla”… “La tierra es el denominador común”. La llegada fue también un reconocimiento: al lugar, a sus historias y a quienes nos recibieron.
Las compañeras Génesis L. Mérida y Nerytt Ríos compartieron el significado del nombre del municipio, su geografía, flora, clima y cultura. Después, en Radio Huaya, Iván Fernández nos abrió las puertas de la radio campesina, emisora que ha cumplido casi 60 años: “Radio Huaya tiene un pie en las comunidades. “Acompañamos procesos; no somos espectadores”. La radio es social-comunitaria, es un espacio de resistencia sonora, como territorio en frecuencia.
Ese mismo día, cerramos con una obra de títeres sobre el agua y los baños secos: Una caquita, dos historias. Humor y pedagogía se entrelazaron en escena.
El segundo día comenzó con reforestación en una zona semiárida de Huaya. Christian Olvera nos explicó: “Aquí se deforestó fuertemente entre los años 80 y 90; hoy trabajamos para restaurar flora y fauna”. Plantamos Pinus pseudoestrobus, árbol nativo, con las manos llenas de tierra y esperanza.
Luego, Magdalena García nos guió en un taller de etnografía: “Describir no es sólo mirar; es reconocer desde dónde miramos”, dijo. Reflexionamos sobre el valor de la colectividad como forma ancestral de aprendizaje. David Donner, en respuesta, escribió una décima:
“Por qué hacemos lo que hacemos
es lo que Magda pregunta
hacemos como las juntas
donde el agua se entronca y reordena,
porque el manantial de la cueva
no deje de nacer nunca.”
La Comunidad de Aprendizaje de Palo Bendito nos recibió con un intercambio de semillas. Nos llevamos frijoles, calabazas, maíz y sueños. Acordamos que en el próximo encuentro compartiremos los frutos de estas siembras.
En Peña Alta, Lucio Lopez jefe de la brigada de protección contra incendios nos mostró cómo enfrentan el fuego. Aprendimos que “el paisaje puede ser combustible o sustento, según quién lo mire”. Hablamos de brechas cortafuego, rutas de escape, clasificación de incendios, y las herramientas tradicionales y especializadas que utilizan…entre otras formas de leer el el fuego.
Ya por la tarde, realizamos un taller de prácticas narrativas. Con imágenes, textos y metáforas, tejimos cartas colectivas, practicamos la escucha y devolvimos palabras como quien riega una planta: con cuidado y presencia.
El último día visitamos Ojo de Agua, donde Don Gregorio, sabedor campesino, nos llevó por su milpa y nos narró con paciencia la vida de sus semillas, plantas, árboles y nietos. Su voz hablaba con la tierra: “Aquí todo es para puro familiar”, dijo. Nos mostró sus árboles injertados, su milpa con haba y las hierbas curativas, habló del pulque y del tlacuache, nos contó algunas memorias. Nos despedimos comiendo manzanas de su patio.
El cierre fue en Palo Bendito. Hubo palabras compartidas, agradecimientos sentidos: “Me voy reverdecida, tejida, inspirada”; “agradecida por mirar el nacimiento de una cuenca”; “me devolvieron la confianza en la generación joven”. Algunos se fueron con ganas de volver (picados)”. Otros dijeron que se “despertó algo que traían dormido”.
Se cumplieron los objetivos del encuentro: los aprendizajes se arraigaron, los lazos se reforzaron, la colectividad se hizo carne. Las anfitrionas cuidaron nuestro sueño y comida, previeron los traslados y favorecieron la logística. El interés y la energía se sostuvo de inicio a fin. El encuentro fue posible gracias al esfuerzo colectivo y a la autogestión del Nodo.
Como en las prácticas narrativas, este encuentro no fue sólo una cronología de actividades, sino una experiencia significativa: un relato que nos re-membró. Nos llevó a reconocernos desde lo que compartimos, desde lo que nos arraiga, desde lo que aún está por nacer.
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